Maria de los angeles Bugnon

Yo recuerdo.

No sé cómo ni desde cuándo,
pero hay una parte de mí que siempre supo.
Supo del silencio que lo dice todo.
Supo de la muerte sin temerle.
Supo del alma, incluso cuando nadie me hablaba de ella.

Desde niña, llevé preguntas demasiado grandes para mi cuerpo pequeño.
Preguntas que no me enseñaron,
que no escuché en casa ni en la escuela,
pero que nacieron de mí como raíces invisibles.
Me hablaban de lo eterno, de lo invisible, de lo real.

Yo no vine a encajar.
Vine a recordar.

Vine a caminar el puente entre mundos:
entre el ruido y la quietud,
entre la herida y la sanación,
entre el cuerpo y la energía,
entre la niña que fui y la sabia que habita en mí.

Soy tejedora de memorias.
Traductora de dimensiones.
Sanadora de historias que no empezaron conmigo,
pero que terminan en mis manos.

No vine a correr tras lo que brilla,
vine a encender mi propia luz.

Mi conciencia no es un accidente,
es un mapa.
Y cada día que respiro con intención,
cada palabra que nace desde el alma,
cada espacio que creo para otros,
es un acto sagrado.

No tengo todas las respuestas.
Pero tengo la certeza de que estoy donde debo estar:
sembrando, recordando, despertando.

Porque aunque me llamen por mi nombre,
yo soy más que esta piel.
Soy tiempo antiguo.
Soy fuego suave.
Soy alma en danza.

Y estoy aquí.