top of page

El disparo de una reacción

Actualizado: 27 jun 2023

Un legado emocional que nos dejó la evolución es el temor. Temor que nos mueve a huir del peligro, a proteger a nuestra familia y a nosotros mismos. Cuando el miedo surge, se disparan reacciones de manera automática porque están grabadas en nuestro sistema nervioso. Es maravilloso si entendemos que durante un período largo de la prehistoria humana fue decisivo para nuestra supervivencia que reaccionemos al miedo, ya que marcaba la diferencia entre vivir o morir, pero lo más interesante es que la repetición de estos comportamientos intervenían en la tarea evolutiva con el fin de crear una descendencia que tenga incorporada estas predisposiciones: ante el miedo; huir o luchar para sobrevivir. Las emociones fueron una especie de guía divina en aquel proceso, pero la civilización avanzó tanto y tan rápido que no dio lugar a que los circuitos cerebrales se modificaran para adaptarse a la sociedad actual. Ya no tenemos que correr o huir para sobrevivir, para evitar que un depredador nos cace, pero es nuestro pasado ancestral, está sellado en nuestro sistema y seguimos huyendo o reaccionando como si todo fuese un peligro eminente para nosotros. Entonces, ahora sabemos que las tendencias están moldeadas por nuestros antepasados, por un legado biológico, por nuestro karma, nuestra vida pasada, o como más te llegue entenderlo. Quieras o no, tenemos esa carga.

¿Qué es lo que hacemos con eso que tenemos dentro, que es nuestro y a la vez creemos que no? Sin olvidarnos de nuestras propias experiencias de vida y la influencia de cada cultura social. Es muy loco imaginar que aquella sensación de ira que sentí meses atrás cuando el ascensor se rompió y tuve que subir 7 pisos por las escaleras se remonta a 20 años, o a miles y millones de años atrás, quizás cuando vi que mataron a algún ser querido de mi tribu pero tuve que seguir sin permitirme el duelo para sobrevivir. Es muy loco. Pero si se analiza con pausa tiene mucho sentido “lógico”. Todas y cada una de nuestras reacciones se disparan por una emoción cuyo origen muchas veces no lo sabemos porque no lo recordamos, porque pasaron hace tanto tiempo que nos olvidamos la situación que las dejó inscritas en nuestro circuito neurológico, pero sí sabemos cómo se sintió porque aún lo sentimos. Un gran cambio en mi vida y en mi forma de razonar se dio cuando descubrí a la amígdala y su función, en otro momento lo compartiré más detalladamente junto con la evolución del cerebro, pero hoy quiero ubicarme en el hecho de que algo tan pero tan chiquito sea la responsable de que nosotros actuemos por impulso, como se dice “sin pensar”. Desde que nacemos; en realidad, desde mucho antes pero otro día se los cuento, absorbemos todo lo que nos rodea: bueno y malo. Somos una esponja que chupa todo y crea asociaciones en nuestro cerebro, patrones, reacciones que se integran en nosotros cuando todavía no sabemos siquiera hablar, porque aún estamos en el vientre materno. Es decir, ¡ya tenemos en nosotros las emociones sin poder expresarlas para comprenderlas porque todavía no aprendimos las palabras! Luego, crecemos y actuamos; y a veces, quizás, un día teniendo una charla con alguien percibimos un gesto que hizo, una palabra que dijo, un movimiento que dio, un aroma que cruzó el ambiente y te produce un estallido emocional que te hace contestar mal, enojarte, ofenderte, te duele, tal vez te produce miedo y sentís la necesidad de irte… miles de reacciones; pero después que dejaste ser libre a ese impulso, lo dejás pasar sin entender qué fue lo que sucedió, o, si tenés la gran iluminación y voluntad; pausás y analizás. Como hice yo después de casi un tercio de mi vida. Los estallidos emocionales son asaltos nerviosos disparados por nuestra amiga la amígdala. Se producen en un instante, mediante una asociación entre lo que está pasando ahora y la experiencia pasada almacenada en un pedacito de “almendra” llamada amígdala. Ya le tengo mucho cariño. Resulta que cuando alguno de nuestros sentidos percibió esa palabra, ese movimiento, ese gesto que nos perturbó… antes de que la información llegase a la neocorteza, para vislumbrar plenamente lo que está ocurriendo, la recibió la amígdala y declaró una emergencia en el cerebro que desencadenó que te sudaran las manos, que palpitara tu corazón con intensidad, que se te arrugara la cara, que se te endurecieran los músculos y reaccionaras de la forma en que reaccionaste. Es muy reconfortarte saber que tu reacción tiene un porqué, y mas aún saber de dónde viene, para qué, y comprender que esa situación o persona que te la disparó es solo un espejo que te indica que eso no lo tenés resuelto, y de seguro tampoco ellos; pero lo importante es entender de una vez por todas que no venimos de un repollo sin ancestros, cargamos con muchísimo. Por eso, lo que hacemos y decimos hoy se basa en lo que heredamos y absorbimos; si buscamos la raíz de nuestra reacción de hoy te aseguro que el patrón se rompe, que se puede crear un nuevo circuito nervioso para que la amígdala modifique esas asociaciones, para que vivamos el resto de nuestros días plenos y para que nuestra futura descendencia herede una genética sana.




Comments


  • EMAIL
  • Instagram
  • TikTok
  • Youtube
  • Facebook

© Angelados.com 2020-2025. All Rights Reserved

bottom of page